A veces dudo donde fui más feliz en mi vida circular. Cuando era burro en aquella noria de Ecbatana sacando agua del pozo entre aromas de violeta y mi dueña amable, o más tarde de mulo trillando la cebada en las eras de Agriento bajo un sol de justicia y el látigo inclemente de mi amo. Al menos allí veía la luz y respiraba aire puro. Luego vino la oscuridad permanente y el aire viciado, cuando fui máquina de metro en la Circle Line de Londres. Al presente estoy más tranquilo, aunque el silencio es sepulcral y no hay aire. Echo en falta el bullicio de la tierra a la que veo amanecer quince veces al día, ahora mutado en un satélite brillante que orbita sin parar nuestro mundo.
(Extracto del nuevo libro del autor en preparación Los Cuatro Elementos)